Una tarde de cine, mi madre y Jane Austen
Ir al cine siempre es un buen remedio contra el sofaning
Querida abejita,
Hoy te abro la puerta de uno de esos rincones del alma donde el tiempo parece detenerse. Porque hay momentos, aunque pasen desapercibidos para el resto del mundo, que se quedan en la piel como si fueran un susurro de algo más profundo. Así fue una tarde cualquiera del mes pasado. No hubo luces ni fuegos artificiales, pero sí hubo magia, ternura y esa sensación tan bonita de pertenecer al instante. ¿Te quedas conmigo a descubrirlo?
El cine como refugio cotidiano
No sé qué tiene el cine, pero cuando me siento en la butaca al lado de mi madre, con una bolsita de palomitas dulces (y de colorines) compartida y los móviles guardados, siento que la vida se acomoda. A veces parece que el tiempo va demasiado rápido, ¿verdad? Pero dentro de una sala de cine, en penumbra, solo con una historia por delante y alguien querido a tu lado, todo se vuelve más sencillo.
Era la fiesta del cine, así que aprovechamos los descuentos (lo confieso, siempre caigo con esa excusa) y fuimos sin mucha preparación, como quien deja que la intuición escoja por ella. El cartel de la película tenía algo… quizás ese aire nostálgico, o la promesa de libros, escritoras y un retiro inglés lleno de encanto. Solo vi el tráiler una vez y ya supe que quería que me contara algo que yo aún no sabía.
Una librería, Jane Austen y París (o Inglaterra) como telón de fondo
La película se llama Jane Austen arruinó mi vida y ya desde el título, supe que algo en mí iba a removerse. Se desarrolla en parte en la librería Shakespeare and Co., que para mí no es una librería más. Es la librería. Un pequeño templo de letras junto al Sena, donde siempre he soñado perderme unas horas, buscando historias y recogiendo señales del universo entre estanterías polvorientas. No solo soñar, la última vez que estuve en la capital francesa me pasé un par de veces (y una de ellas me perdí una hora aproximada entre las estanterías, los libros y sentada en una de las butaquitas viendo a la gente husmear entre historias).
Además, era mi primera vez en VOSE en francés. Y... mon dieu, mis seis años de francés de instituto sirvieron de algo al fin. Comprendí más de lo que esperaba, y eso me hizo sentir tan conectada con mi yo adolescente, esa que soñaba con vivir en París, escribir novelas desde un ático lleno de macetas y leer a Colette en su idioma original.
Dejarse sorprender: sin expectativas, solo presencia
Fui al cine sin leer la sinopsis, sin analizar críticas, sin más preparación que las ganas de compartir ese rato con mi madre. Y creo que ahí estuvo la magia. A veces, lo mejor es rendirse al momento y dejar que la historia nos encuentre sin que la busquemos tanto.
La peli me tocó porque hablaba de esas cosas que tanto amo: mujeres que escriben, refugios literarios, segundas oportunidades, la belleza de lo cotidiano y la fuerza del deseo de cambiar de vida. Salí con el corazón blandito, con ganas de releer a Jane Austen, de preparar una infusión y de escribirte esta carta.
Pequeños rituales que sostienen el alma
Ir al cine con calma es un ritual que me recuerda que no necesito grandes planes para sentirme viva. Basta un poco de tiempo, alguien querido, una historia que me sacuda o me acaricie. Basta detenerse. Basta mirar a los ojos de quien te acompaña y decir: gracias por compartir esto conmigo.
Y mientras te escribo, pienso en cuántas otras cosas sencillas podemos hacer para cuidar de nuestra alma: hornear un bizcocho, volver a ver una película antigua, tejer un rato al sol, caminar sin rumbo o escribir a mano en un cuaderno bonito. Todo eso también es cine, también es arte, también es magia.
¿Y tú, abejita?
¿Hace cuánto no te regalas una tarde sin expectativas, solo por el placer de estar?
¿Hay alguna película que te haya hecho sentir que entendías mejor quién eres?
¿Te apetece que sigamos compartiendo estos pequeños rituales juntas?
🌙 Mantra para llevar contigo hoy:
“La belleza de la vida está en lo que no planeamos. Ahí donde solo estamos, y sentimos.”
Con cariño siempre,
Annie
¡Qué buen plan! Definitivamente de momentos y detalles así es que se alimenta el alma y el corazón.
P.D.: ¡la película suena increíble!