Mi dulce abejita…
Hoy quiero contarte un secreto.
Bueno… varios.
En este rincón de Gales donde los días huelen a musgo y a pan recién hecho, hay una casa que respira. Se llama Penwyth House, y no es una casa cualquiera. Es vieja, sí —de esas que crujen sin pedir permiso y se quedan contigo en sueños—, pero tiene algo más. Algo que no sé si se puede explicar. Solo sé que cuando entras, el mundo cambia de ritmo. Las prisas se quedan fuera, como los paraguas mojados. Y adentro… empiezas a recordar cosas que no sabías que habías olvidado.
Hoy quiero presentarte a sus habitantes. A quienes viven en ella, a quienes se esconden entre sus paredes, a quienes aparecen sin explicación y se quedan como si fueran parte del mobiliario. Algunos cocinan. Otros observan. Todos esconden algo. Y tú, abejita, mereces conocerlos antes que nadie.
Así que ponte cómoda, coge tu taza, y deja que te los presente uno por uno… como si estuviéramos en una cocina iluminada por una lámpara antigua, mientras afuera la niebla se enreda entre los árboles.
🍋 Clara: la que llega rota… y empieza a mezclar harina con recuerdos
Clara no vino a quedarse. Eso lo dejó claro desde el principio. "Es sólo una temporada", dijo. Como quien intenta convencerse a sí misma de que no está a punto de caer en algo que no entiende. Llegó desde Londres, con una maleta que parecía pesar más de lo que contenía, y unos ojos que habían visto arder algo más que una pastelería. Porque sí: lo perdió todo. Su horno, sus recetas, su lugar. Y cuando ya no quedaba nada más que humo, tomó un tren rumbo al único sitio que podía recordar de su infancia como un refugio tibio: Penwyth House, el hostal de su tía-abuela Eira.
Clara es pastelera. Aunque ahora mismo, dudaría si decírtelo. Porque lo que amaba hacer le duele. Porque todo lo que cocinaba le recuerda lo que ya no está. Y sin embargo, cuando el olor a mantequilla derretida vuelve a llenar la cocina del hostal, algo en ella se ablanda. Como un bizcocho al salir del horno. Poco a poco, sin prisas, sin recetas claras.
Tiene el don de oler los errores en una masa antes de que ocurran. De saber cuándo alguien miente, porque lo hace con el mismo tono que ella usaba cuando decía "estoy bien". Pero lo que no sabe, todavía, es que su historia no terminó con aquel incendio. Solo cambió de ingredientes.
Y tú, abejita… tú vas a acompañarla mientras aprende a mezclar su nueva vida con las sobras de la anterior.
📖 Robin: el huésped que sabe demasiado… y dice muy poco
No sabemos de dónde viene. Sólo que llegó sin hacer ruido, como la niebla que se cuela por la rendija de una ventana mal cerrada. Robin se presentó como si el hostal fuera un sitio al que ha vuelto, no al que llega. Tiene esa forma suya de moverse, como si ya conociera cada crujido del suelo, cada sombra de los marcos, cada silencio entre frases.
Se viste con suéteres suaves, de esos que parece que huelen a madera y a biblioteca antigua. No dice mucho. Pero cuando lo hace, sus palabras se te quedan en la piel como una marca de té en el fondo de una taza. Tiene algo que incomoda y atrae. Como una pregunta que no sabes si quieres que te respondan.
Aparece donde menos se le espera. Y desaparece igual. Puede estar leyendo en la biblioteca del segundo piso o mirando llover en el invernadero. Y a veces, cuando Clara se queda quieta, le parece que Robin está escuchando cosas que nadie ha dicho.
"Las casas también recuerdan", dijo una vez. Y después, sonrió. Como si supiera que Clara tiene algo que necesita recordar… y que Penwyth House no ha olvidado.
🌿 Eira: la dueña de la casa (aunque ella diría que la casa es la que la mantiene a ella)
Eira no es dulce. No lo fue nunca. Pero es de esas mujeres que, tras el primer gruñido, te sirven una taza de té con la temperatura exacta para el alma. Tiene una voz rasposa, manos fuertes y la capacidad inquietante de saber lo que estás pensando aunque no hayas dicho nada. No necesita hablar mucho. Le basta con mirarte una vez y ya sabe si dormiste bien, si estás triste o si has vuelto a usar la receta del pastel sin el toque de nuez moscada que ella considera esencial.
Dicen en el pueblo que es bruja. Ella se ríe y dice que las viejas solo somos sabias cuando no nos creen peligrosas. Guarda recetas que nadie ha escrito. Conoce historias que no ha contado nunca. Y tiene esa manera de estar y no estar, como si siempre supiera dónde tiene que aparecer justo cuando más se la necesita.
No es cálida como un abrazo. Es cálida como una sopa que cura el alma aunque no sepas qué tenías.
🕯 ¿Te animas a cruzar la puerta?
Cada sábado, vas a descubrir una habitación distinta. Una historia escondida entre paredes antiguas. Una emoción que aún no tenía nombre. Cada huésped es un mundo, y tú vas a ser testigo de cómo se entrecruzan, se rozan, se transforman.
El Hostal de los Sabores Perdidos es una historia de segundas oportunidades, de memorias que se hornean lentamente, de personas que no sabían que necesitaban encontrarse hasta que el destino las sentó a la misma mesa.
Y tú, abejita, tienes un lugar reservado. Justo al lado de la ventana, donde entra la luz de la tarde y huele a canela.
Con ternura y un bizcocho recién hecho,
Annie